Primero vino la estafa, y con la estafa, la indignación; luego la justicia, y con la justicia, la condena. El final de esa secuencia en un Estado de Derecho tiene que ser la reparación, pero es ahí donde se ha cortado la cadena porque el final del cobro abusivo de las cláusulas suelo a cientos de miles de familias se ha estancado en la ventanilla burocrática más famosa e histórica que existe en España, la ventanilla del ‘vuelva usted mañana’ que ya inmortalizó Larra.
Cuando todos los incautos estafados esperaban la reparación, lo que llegó fue la dilación y el colapso… La desesperación. ¿Quién se acuerda ya se las cláusulas suelo? Acabamos de atravesar dos campañas electorales en seis meses, un año completo de mítines y de estrategias electorales en el que las cláusulas suelo han desaparecido por completo del debate. El vértigo que produce la evolución de una noticia así, de la máxima notoriedad a la irrelevancia, sólo puede ser proporcional a la desolación que sienten los estafados. Se llegaron a tambalear hasta los cimientos del Tribunal Supremo, parecía de pronto como si todo el sistema pudiera venirse abajo, pero la convulsión y el escándalo se han reconducido al terreno del eterno aplazamiento de los problemas, que es algo muy común entre nosotros.
La última noticia sobre las cláusulas suelo, que pasó absolutamente inadvertida por el final de la campaña electoral, se produjo hace unos días, el pasado 8 de noviembre. La noticia, en sí misma, no era tal noticia porque lo que anunciaba es una nueva prórroga. Conviene reproducir literalmente la nota de prensa del Consejo General, porque es muy elocuente. Dice así: “El Consejo General del Poder Judicial, el Ministerio de Justicia y las Comunidades Autónomas han coincidido en la necesidad de prorrogar el plan de especialización de Juzgados en cláusulas abusivas ajustándolo a las necesidades concretas de cada órgano judicial. Transcurridos dos años y medio desde la puesta en marcha de esta medida…” Es decir, dos años y medio después de poner en marcha un plan urgente, la especialización de los juzgados que tienen que juzgar las cláusulas suelo para evitar el colapso de las demandas, ¡dos años y medio después!, lo que se decide es volver a prorrogarlo. Estamos en pleno ojo del huracán, el punto exacto del embrollo en el que se empantanan tantas cosas. Lo que nadie puede decirle a quienes reclaman desde hace años que les devuelvan un dinero que les pertenece, es cuándo van a cobrar, si dentro de tres, de cuatro o de cinco años.
“Y en esas estamos…”, me dice un amigo, entre desesperado y abatido. Es uno más de los casi tres millones y medio de ciudadanos afectados por esas hipotecas con cláusula suelo. Sin necesidad de pormenorizar el detalle de lo sucedido, la suya habrá sido una experiencia similar a la inmensa mayoría de los afectados, gentes que se entregaron al banco para adquirir una vivienda, ese derecho constitucional que en España sólo se consigue a precios de un artículo de lujo. Nunca les advirtieron de que los intereses variables no eran tales, que tenían un suelo. Cuando llegó la crisis y se hundió el Euribor, estalló el escándalo y se vieron, como bobos, en el centro de una tomadura de pelo en la que sólo ellos no estaban al corriente de lo que ocurría, ni gobiernos, ni notarios, ni, por supuesto, los agentes bancarios les habían advertido de lo que pasaba. Llegaron las reclamaciones judiciales, las sentencias, las severas correcciones de los tribunales europeos y cuando, finalmente, todo se resuelve y les dan la razón, los ponen en cola para esperar. Una cola tan larga que es imposible ver ni el principio ni el final; la ventanilla del ‘vuelva usted mañana’ es una idea precisa de la forma que dicen que tiene el infinito.
A pesar de que más de un 96% de los casos lo ganan los hipotecados en los tribunales, los bancos siguen litigando aún sabiendo que van a perder
“Los Juzgados están colapsados -dice mi amigo- y la idea es que mi juicio se celebre en 2022. ¿Te das cuenta? Tiene bemoles, porque llevamos esperando desde hace cinco o seis años a que se resuelva el litigio y, mientras tanto, pagando una hipoteca que sin cláusula me supondría 200 euros menos al mes. Todo esto depende, lógicamente, del importe de cada préstamo, pero no dejo de preguntarme cuántos desahucios se habrían podido evitar si se hubiera anulado la cláusula suelo en su momento. Piensa que, según el Banco de España, la devolución media si acudes a la Justicia es de 10.000 o de 12.000 euros, y de la mitad si vas al mecanismo extrajudicial, y que ese dinero tendría que estar en el bolsillo de los hipotecados.
¿Qué hubiera supuesto para la economía española esa inyección de dinero en las economías de tanta gente? Pues nada, a pesar de que más de un 96% de los casos lo ganan los hipotecados en los tribunales, los bancos siguen litigando y litigando, recurriendo y recurriendo, aún sabiendo que van a perder, para alargar todo lo posible el procedimiento y colapsar más los tribunales. intentando desanimar, cansar, o desesperar al que ha sido estafado por una cláusula abusiva. No hay que imaginar lo que le ocurriría a cualquier persona si le da por incumplir una sentencia, pues los bancos y las cajas, ya ves… ¿Nadie puede hacer nada para evitar este despropósito?”
Cláusulas suelo… De ese problema que llenó días enteros de información, que hizo que se tambalearan los cimientos del Tribunal Supremo, ya solo se acuerdan los afectados, que son millones. Millones de ciudadanos que pertenecen a la España silenciada, la España ignorada, parientes cercanos a aquellos que viven en la España vaciada. “Sería lástima que se acabara el modo de hacer mal las cosas [en España]. ¿Conque, porque siempre se han hecho las cosas del modo peor posible, será preciso tener consideraciones con los perpetuadores del mal?”, se preguntaba Larra en aquel artículo suyo, de enero de 1833, tan lejano y tan cercano; tantas cosas han pasado que lo realmente extraordinario aquí es la capacidad de los vicios para mutar y permanecer. El Pobrecito hablador se contestaba solo a la pregunta: “Así está establecido; así se ha hecho hasta aquí; así lo seguiremos haciendo”.
Autor: Javier Caraballo.
fuente: El Confidencial