Clima y pandemia: la suma de emergencias (1)
por Josep Cabayol, 22/01/2021
En todo el mundo, la temperatura media ha subido 1,25 ° C desde el periodo preindustrial. Y superará los + 1,5 ° C alrededor de 2030. De no hacer nada se llegará a + 2°C antes de mediados de siglo. En Cataluña, la media ha subido casi 2°C desde el periodo preindustrial. + 3 ° C hacia el 2040. Somos víctimas de una pandemia, la biosfera no para de calentarse y 2020 ha sido, globalmente, el año más cálido de la historia, empatado con el 2016. Estamos poniendo las bases de un nuevo estadio climático invernadero, menos habitable en general, que convertirá en inhóspitas muchas partes del planeta (ya está pasando), y hará la vida más difícil en todas partes.
Vivimos tiempos contradictorios. Las recetas contra las diferentes crisis que conforman la emergencia global que vivimos se oponen unas a otras y amenazan con aniquilarse. También las necesidades que nos acucian chocan por antitéticas. Como los conocimientos que sustentan nuestras vidas y los que nos harían falta para vivir de otra manera y alcanzar un nuevo estado de bienestar. Materia y antimateria a punto de colisionar y desencadenar un colapso planetario: económico, ecológico, de salud global.
Recuperar el crecimiento reclamado por la mayoría de personas como salvavidas de la inequívoca crisis socioeconómica que padecemos, crecimiento convenientemente renombrado (el lenguaje importa) «recuperación de la normalidad», es la peor solución para la crisis global que ya nos amenazaba antes de la pandemia. Al fin y al cabo, es la ‘normalidad’ que ya habitaba entre nosotros la que nos ha llevado hasta aquí.
Somos víctimas de una pandemia, la biosfera no para de calentarse y 2020 ha sido, globalmente, el año más cálido de la historia, empatado con el 2016. Y el 2021 empieza con un mes de enero en que, mientras en el Ártico la temperatura se ha situado 20 ° C por encima de la media, y en Grecia han vivido una ola de calor con Atenas a 22°C y Creta a 28°C, temperaturas que llevaron a la gente a la playa, en España, país también mediterráneo, se han producido olas de frío y nevadas históricas, compatibles con el cambio climático, que han colapsado la capital y causado temperaturas extremas de hasta -25 ° C. Un buen ejemplo de lo que está por venir y hay que prever.
En Cataluña, donde la previsión tampoco abunda, año tras año, tormentas cada vez más fuertes golpean el litoral, se llevan playas, deterioran infraestructuras costeras y se comen el Delta del Ebro, un territorio que expresa perfectamente lo que supone el cambio climático asociado a la mala gestión del río (falta de caudal ecológico -exceso de regadío- y falta de sedimentos retenidos en los embalses).
Si miramos al sur global, observamos cómo aumentan los procesos migratorios debido al cambio climático (más de 25 millones de desplazadas en 2019 por ciclones, tormentas, inundaciones, deslizamientos, sequías, incendios forestales, pérdida de territorio por el avance del mar…), guerras por los recursos y su explotación en beneficio de los países ricos (extractivismo, apoderamiento energético, agotamiento de la pesca…) que son, además, los principales responsables de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI).
Según Oxfam, el grupo de países llamados por Naciones Unidas como menos desarrollados, que incluye los 47 más pobres del planeta y con mayor desarrollo humano, sólo es responsable de un 0,8% de las emisiones totales de GEI. En cambio, desde 1960, el 50% del CO₂ expulsado a la atmósfera proviene de países industrializados miembros de la OCDE.
La crisis global, pues, está ligada al excesivo consumo, derivada de un estilo de vida rico de personas que habitan países ricos (no todas, porque la desigualdad y la desposesión están aumentando en el norte global). Resultado: 46 millones de desplazados en otras áreas de sus propios países del sur global y hasta 80 millones de personas que han tenido que abandonar su lugar de nacimiento. Y aumentando.
Socialmente, todo ello supone más diferencias sociales, más exclusión, que los ricos sean más ricos y los pobres más pobres (antiguas clases medias incluidas) y, en definitiva, más desigualdades, más desposesión y menos equidad. Desventajas, todas ellas, evitables. Más agudizadas en el sur y cada vez más cotidianas y duras en el norte.