El desprecio al desarrollo de la industria, software y tecnologías propias es un signo de élites podridas y degeneradas.
Las empresas que generan y usan software libre no reciben apenas apoyo público.
Lo peor es que una mayoría de Administraciones españolas pagan millones de euros por licencias de software propietario que son recursos que fluyen a las matrices de las corporaciones en el estranjero y no generan ninguna riqueza en el país.
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