Alfredo APILÁNEZ
Texto elaborado para la ponencia homónima desarrollada en el marco del Foro que, bajo el título “El derecho a la vivienda frente al capitalismo financiero”, organizó la Asociación 500×20 del barrio de Nou Barris de Barcelona los días 7 y 8 de julio de 2018.
Introducción
“Un sistema que, cuando no tiene problemas, excluye de una vida digna a la mitad del planeta y que soluciona los que tiene amenazando a la otra mitad, funciona sin duda perfectamente, grandiosamente, con recursos y fuerzas sin precedentes, pero se parece más a un virus que a una sociedad. Puede preocuparnos que el virus tenga problemas para reproducirse o podemos pensar, más bien, que el virus es precisamente nuestro problema. El problema no es la crisis del capitalismo, no, sino el capitalismo mismo. Y el problema es que esta crisis reveladora, potencialmente aprovechable para la emancipación, alcanza a una población sin conciencia y a una izquierda sin una alternativa elaborada”
Santiago Alba Rico
Quizás no haya ningún ámbito de la realidad social donde sea mayor el desconocimiento existente sobre los procesos que inciden en la vida de la gente que en todo lo relacionado con las finanzas modernas. Podríamos decir que hay una relación inversamente proporcional entre la relevancia de los formidables efectos que producen sobre la vida cotidiana de las personas y el conocimiento que se tiene del funcionamiento de esos mecanismos: no entendemos las fuerzas que mueven el mundo en el que vivimos. El papel de la banca en la planificación de la actividad económica, el funcionamiento de los omnipotentes mercados financieros, la teoría económica con mando en plaza en todas las plataformas mediáticas y cátedras académicas y los resortes ocultos de las políticas austericidas neoliberales son incomprensibles para la mayor parte de la población, directamente afectada por sus efectos. Todo ello dista mucho de ser casual. La incomprensión de los mecanismos a través de los cuales se ejerce el poder social efectivo es perfectamente funcional a la docilidad y la alienación que propician el alejamiento de las clases populares de la peligrosa tentación del antagonismo. Las reglas que rigen el poder real son ajenas a cualquier control mínimamente democrático.
Pero es precisamente esta colosal e inducida ignorancia la que facilita la difusión de la errónea creencia de que los pilares de la política económica neoliberal son absurdos o malévolos, causando un sufrimiento innecesario que sería fácil de revertir a través de políticas sensatas desarrolladas por fuerzas razonablemente progresistas. ¿Cuántas veces escuchamos la cantinela de la necesidad de acabar con la austeridad o con los abusos de los fondos buitre, esos desalmados especuladores que atentan contra el derecho a la vivienda, como si fuera posible modificar sustancialmente las despiadadas reglas del juego del sistema capitalista a través de cambios legislativos o de reformas gradualistas? Sin embargo, lo cierto es que semejante entramado de “crueldad” y de sufrimiento humano es esencial para mantener la rentabilidad del capital, que es al fin y al cabo lo que cuenta en el reino de la mercancía.
La gran novedad respecto a épocas anteriores es la amputación de la posibilidad de intervención, al menos en el corazón del sistema, por parte de los poderes públicos representantes de la soberanía popular. Sobran los ejemplos ilustrativos de cómo las palancas “técnicas” a través de las que el estado burgués podía atenuar el embate del capital (destacadamente, la política fiscal redistributiva de tipo keynesiano financiada a través del banco central público) han sido cercenadas por la ofensiva neoliberal. He aquí, en la probada impotencia de los representantes del pueblo soberano para resistir los ataques crecientes contra las condiciones de vida de la clase trabajadora, la prueba de la hegemonía del fascismo social, que ejerce su poder destacadamente en el ámbito de las finanzas globales. La conclusión lógica de cara a las vías de acción política de las clases populares es contundente: si el sistema es irreformable por la vía legal-institucional, la insistencia en esta vía por parte de las llamadas fuerzas del cambio y los movimientos sociales reformistas sólo puede producir desánimo y frustración ante la impotencia de realizar transformaciones de calado respetando las reglas del juego. El viejo reformismo, mil veces fracasado, con su utópica ilusión de alcanzar un capitalismo con rostro humano, para paliar con microavances el desastre en ciernes, no sería pues más que un freno a las auténticas aspiraciones emancipatorias. ¿Existen otras vías?
Como cierre de esta pequeña introducción voy a hacer una aproximación al concepto de fascismo financiero, entendido como una de las formas del fascismo social, desarrollado por el escritor y sociólogo portugués Boaventura de Sousa Santos: “Todas las formas de fascismo social son formas infra-políticas, no son parte del sistema político, que es formalmente democrático, pero condicionan las formas de vida de los que están abajo a través de desigualdades de poder que no son democráticas, que son inmensas y permiten que los grupos que tienen poder obtengan un derecho de veto sobre las oportunidades de vida de quienes están más abajo. Hasta ahora, políticamente, las sociedades son democráticas. Hay libertad de expresión, relativa pero existe. Hay elecciones libres, por así decirlo, con toda la manipulación. Pero los asuntos de los que depende la vida de la gente están cada vez más sustraídos al juego democrático. El mejor ejemplo es el fascismo financiero. El fascismo financiero tiene una característica especial: permite salir del juego democrático para tener más poder sobre el mismo. O sea, alguien con muchísimo dinero o una gran multinacional, puede ponerlo en un paraíso fiscal. De este modo sale del juego democrático de los impuestos, pero al salir se queda con más dinero y más poder para poder influenciarlo y además darles consejos a los ciudadanos de que no deben gastar tanto, que están viviendo por encima de sus posibilidades, que el Estado está aumentando peligrosamente el déficit, precisamente porque no está siendo financiado con los impuestos que podría recibir si esta plata estuviera en el país. Se crea una corrupción de la democracia: los que huyen de las reglas democráticas son los que se quedan con más poder para imponer las reglas democráticas a los otros. Esa es la perversidad del fascismo financiero. Las siete economías más ricas del mundo son paraísos fiscales, auténticos pozos sin fondo de los flujos financieros del capital global, y su ingreso per cápita entre el inicio de la desregulación neoliberal en 1980 y el 2015 creció más que para el resto del mundo.
Comenzaré con una serie de ejemplos históricos que sirven de botones de muestra del fascismo financiero.
A continuación, describiré los instrumentos a través de los cuales se ejerce el fascismo financiero. Su origen histórico, las instituciones que lo simbolizan, la teoría económica basura que lo legitima y algunas de las profundas transformaciones sociales que provoca.
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