sobre el dinero: La Teoría Monetaria Moderna – Rolando Astarita

La “Teoría monetaria moderna”

La TMM también es conocida como “neo-cartalismo”; “Dinero como criatura del Estado”; “Tax-Driven Money”. En lo esencial, combina la concepción cartalista de dinero, con el enfoque poskeynesiano. Presento sus ideas más generales, basándome en los artículos de L. Randall Wray, Eric Tymoigne y Pavlina Tcherneva, citados en la bibliografía; también he utilizado el blog de Wray; y los trabajos, más bien críticos hacia la TMM, de Thomas Palley, Marc Lavoie y Louis-Philippe Rochon y Matías Vernengo, también citados.

Empiezo recordando que el cartalismo sostiene que el dinero es una creación del Estado. Keynes fue partidario del enfoque cartalista, que es opuesto al de la ortodoxia mainstream. De acuerdo a esta última, el dinero evolucionó a partir del trueque y de la necesidad de abaratar los costos de transacción; y su principal función es ser medio de cambio. En cambio, según Keynes (1996) y los cartalistas, para que el dinero sea medio de cambio debió ser antes, o al mismo tiempo, unidad de cuenta. Por eso, dice Keynes, “[e]l dinero de cuenta, en especial aquel en el que se expresan las deudas, los precios y el poder general de compra, es el concepto básico de la teoría del dinero” (p. 29). Pero con los contratos se introducen la ley y el Estado que los hace cumplir y establece con qué dinero de cuenta se deben cumplir las obligaciones contraídas. Es por este acto, entonces, que se instituye el dinero. De nuevo, en palabras de Keynes, “la era cartalista, o de dinero estatal se alcanzó cuando el Estado se atribuyó el derecho a declarar cuál es el dinero de cuenta que en un momento determinado debe considerarse como dinero” (p. 30).

Esta idea es retomada por los partidarios de la TMM. En lo esencial, sostienen que el Estado instituye el dinero no tanto porque lo defina como de curso legal, sino porque acepta recibirlo por el pago de impuestos. Esto es, el fiat money, o el dinero de alta potencia emitido por el Estado, que es de curso legal y forzoso, tiene valor, según la TMM, porque sirve para pagar impuestos (o multas, o similares). Por eso el dinero existe en el contexto del poder del Estado de recaudar impuestos y de declarar que acepta el dinero por él emitido para el pago de esos impuestos. En este punto aclaremos que, si bien la TMM recurre a la historia del dinero y la moneda, su argumento principal no es histórico, sino lógico. Afirma que al margen de lo que haya sucedido en remotos tiempos históricos, en los sistemas monetarios modernos los impuestos son suficientes para que se establezca la aceptación y el valor del dinero.

En consecuencia, los neo-cartalistas sostienen que actualmente el Estado puede crear todo el dinero que desee, y comprar todas las cosas que desee comprar. El circuito es: el Estado inyecta dinero a través de gastos y adelantos en el sector privado, y ese dinero luego es reabsorbido con la recaudación de impuestos, o la devolución de los adelantos. Por eso, siempre según la TMM, el emitir dinero y el recaudar impuestos no son alternativos, sino acciones que se producen en diferentes momentos del circuito. En esta lógica, además, un déficit fiscal tiene como contrapartida que el sector privado acumula superávit; en otros términos, la deuda nacional neta suma riqueza financiera neta al sector privado. La “déficit-fobia” no tiene base racional, ya que el gasto siempre puede ser financiado con la creación de moneda. Los impuestos no se necesitan para financiar el gasto estatal (que ya se produjo), sino para generar la demanda de dinero. Y la colocación de bonos de deuda por parte del Estado no tiene como objetivo financiar el gasto, sino drenar las reservas excesivas de los bancos, a fin de lograr los objetivos propuestos de tasas de interés. Por eso tampoco existe una carga para el Estado por las deudas, ya que sus servicios siempre se pueden cumplir acreditando reservas bancarias. Un gobierno que emite su propia moneda nunca puede ser forzado a un default involuntario. Habría problemas si el gobierno se endeuda en moneda extranjera, pero esto casi no se necesita.

La TMM subraya entonces que el impedimento para emitir solo existe en regímenes de convertibilidad (por caso, bajo el patrón oro); o cuando el Estado renuncia a su propia moneda. Por eso la TMM es crítica de la Unión Monetaria Europea, o de un sistema de convertibilidad como el que hubo en Argentina en los 1990; y sostiene que debe evitarse la emisión, por parte de los Estados, de deuda nominada en moneda extranjera.

Los partidarios de la TMM critican también la idea de que la emisión para financiar el déficit genera inflación. La inflación no se produce por emisión, sino solo cuando la demanda supera al producto. Por caso, si el déficit fiscal fuera demasiado elevado en relación a los ahorros netos deseados por el sector privado, habría presiones inflacionarias por demanda en el punto cercano al pleno empleo. Pero hasta tanto no se llegue a ese nivel, la emisión no entraña un peligro inflacionario significativo.

Agreguemos todavía que, de acuerdo a la TMM, debido a que el Estado tiene el monopolio sobre su moneda, posee la facultad de establecer la tasa de interés y cómo la moneda se cambia por otros bienes y servicios. O sea, puede determinar el valor del dinero, ya que establece cuánto dinero de alta potencia entrega a cambio de una hora de trabajo, o de algún bien.

Recomendaciones políticas y el “empleador de último recurso”

Como sostienen Tymoigne y Wray (2013), la TMM deriva conclusiones políticas específicas acerca de la política fiscal, monetaria y financiera. Sostienen que el Estado debe involucrarse directamente a lo largo del ciclo económico, estableciendo programas macroeconómicos que manejen la fuerza laboral, los mecanismos de precios, los proyectos de inversión, y que monitoreen los desarrollos financieros. Deben ser programas permanentes y estructurales (o sea, no se limitan a “sintonía fina” más o menos discrecional). Asimismo, proponen el control del crédito, la socialización de la inversión y en las economías abiertas, el control de capitales.

Dentro de este enfoque político general, la TMM ha enfatizado que el Estado tiene el poder (dada su facultad de emisión) de acabar con la desocupación contratando toda la fuerza de trabajo que no haya encontrado empleo por un salario más alto en el sector privado. El Estado se transforma así en el “Empleador de último recurso”. Actuaría como un amortiguador, absorbiendo fuerza laboral proveniente del sector privado en períodos de baja actividad económica, y suministrando fuerza laboral al sector privado durante las fases de reanimación. Se trata de una propuesta diferente de la que tradicionalmente se asocia con el keynesianismo, que es estimular la demanda y por esa vía aumentar el empleo. Por eso también los defensores de la TMM desconectan el pleno empleo del crecimiento económico.

Es ilustrativo que los defensores de la TMM hayan sostenido que el Plan “Jefes y jefas de hogares”, puesto en marcha en Argentina durante la crisis de 2001-2002, fuera un caso ejemplar de creación de trabajo modelado según su propuesta. En palabras de Tcherneva y Wray (2005), el plan “Jefes…” habría demostrado las formas en que el “Empleador de último recurso” puede avanzar un sentido de “deber cívico, ciudadanía, cohesión social, reciprocidad e involucramiento comunitario”. Y “contribuir a redefinir el significado del trabajo al reconocer que determinadas formas de trabajo, tales como el cuidado y el involucramiento comunitario son útiles socialmente”. Según Tcherneva y Wray, el plan argentino había tenido un “impacto transformador sobre la pobreza y la desigualdad de género”.

En conclusión, de estar en lo cierto el enfoque de la TMM se podría solucionar la desocupación en el capitalismo sin alterar de manera significativa las estructuras sociales. Para eso bastaría con superar la “déficit-fobia”, creada artificialmente por el monetarismo y la ortodoxia neoclásica. Además, la experiencia en la Argentina de comienzos de los 2000 habría avalado, al menos parcialmente, el programa de la TMM. Y siendo Argentina un país con “soberanía monetaria” (según Wray y Tcherneva), las condiciones incluso estarían dadas para eliminar la desocupación (y con ella, ¿también la pobreza y la indigencia?) por el simple recurso de emitir dinero. Es la receta que han “comprado” algunos economistas y científicos sociales del subdesarrollo criollo.

reproducción de una parte del documento de título original: Economía K y la “Teoría Monetaria Moderna” (1)

rolandoastarita.blog

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